27/5/16

SI BUSCAS EN TU PASADO... NUNCA TE ENCONTRARÁS




            El cine nos ha regalado infinidad de historias. Algunas logran asustarnos, otras nos hacen sonreír o llorar, o ambas cosas a la vez. También las hay que nos aburren. Todas ellas están repletas de personajes que aparentan tener vida propia, que toman decisiones, que alcanzan logros o que fracasan en el intento, que aman o que odian, que sobreviven o que mueren. Cuando los créditos finales nos sacan de la ensoñación, caemos en la cuenta de que los personajes no eran reales, era un actor quien les daba vida. El actor decidió voluntariamente interpretar un papel que ya había sido diseñado, escrito, programado, por un guionista. La historia no estaba sucediendo en realidad, todo era una ilusión concertada que nosotros quisimos creer. 

            Nos gustan las historias, pero ninguna nos tiene tan enganchados como la nuestra.

            ¿Por qué cuento todo esto? Porque en mi labor de terapeuta llegó un día en el que comprendí que indagar en el pasado para tratar de resolver un problema presente era validar la historia del personaje… era un intento inconsciente de hacerla real. Lo vi tan claro que decidí dejar de abordar los conflictos desde un enfoque transgeneracional.

            Eso que llamamos «memorias» no proceden del pasado sino del subconsciente colectivo que, al igual que un proyector de cine, proyecta su contenido en una pantalla. Esa pantalla es la conciencia. El subconsciente colectivo también puede ser visto como ese servidor en la nube que contiene una ingente cantidad de datos almacenados en su memoria. Esos datos, independientemente de cuándo sean descargados en mi conciencia, ya están todos ahí… ¡en este mismo instante! Lo que ocurre es que solo me hago consciente de una pequeña porción de ellos en cada momento. Y con esas porciones elaboro mi historia «personal».

            Que yo crea, o no, lo que me informan esas memorias que brotan en mi conciencia, va a determinar mi experiencia presente. Es decir, lo que yo sienta ahora va a ser el efecto de cómo estoy interpretando este instante de mi vida, y mi interpretación va a estar condicionada por la validación, o no validación, de los juicios programados —las memorias— que están surgiendo en mi mente. Todo está sucediendo ahora. Causa y efecto están aquí.

            El pasado no existe. Es solo una historia apareciendo «ahora» en tu mente. No hay nada que entender del pasado. Estás aquí, ¡Céntrate! No eres una historia. Eres la presencia que se hace consciente de esa historia. Es desde la presencia consciente desde donde eres libre de elegir si das crédito o no a lo que el inagotable locutor en tu mente te cuenta. Te habías distraído, eso es todo. Creíste ser ese programa construido a base de memorias que te vende una identidad separada y especial. ¡Todo un peliculón!

            Piénsalo… si Anthony Hopkins hubiese olvidado quién es durante el rodaje del «Silencio de los corderos», ¿habría recuperado su recuerdo indagando en el pasado de Hannibal Lecter?

            No vas a encontrar, lo que buscas, en el pasado. La sanación, la felicidad, el amor, la paz, están aquí. Las creencias y memorias con las que te identificas y que te impiden experimentar lo que eres, también. Tal como nos recuerda Un Curso De Milagros, lo único que necesitas ahora es comenzar a «despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor, el cual es tu herencia natural»

            Esos obstáculos están aquí y ahora. En tu mente.



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