A poco que hayas profundizado en tu autoconocimiento, te
habrás dado cuenta de que tu percepción no es fiable. No puedes confiar en la
forma en la que interpretas los acontecimientos de tu vida, sean pasados,
presentes o solo imaginados en un hipotético futuro. Todos tus juicios, tus
análisis mentales y tus conclusiones se basan en un aprendizaje, es decir, en
una información recogida del exterior
en el pasado. ¿Esa información es
cierta? No lo sabes, solo lo crees. Son ideas en tu mente... ahora. ¿Necesitas validarlas?
¿Necesitas comparar y analizar el instante presente basándote en esas ideas del
pasado? No tienes por qué. Tú eres quien
vive la experiencia de este instante de forma directa... ¿Para qué
necesitas intermediarios? ¿Para qué te hace falta un narrador mental que te explique
lo que está sucediendo si ya lo estás experimentando? ¿Para qué tienes que
tener una opinión acerca de lo que es... cuando ya está siendo?
Hay un pensador en tu mente con el que te confundes.
Crees ser cada uno de esos pensamientos adquiridos del exterior en tu pasado. Crees ser el programa que llevas
instalado en tu mente. Crees necesitar una interpretación «personal» para
cada suceso en tu vida. Crees que tu interpretación «personal» es verdad y
reaccionas ante la vida en base a esa verdad. Sigues buscando la felicidad ahí
fuera, sigues queriendo cambiar al otro, queriendo mejorar el mundo, queriendo
mejorarte a ti mismo... pero te cuesta admitir que quizás —solo quizás—, tu
interpretación esté equivocada. Te cuesta ver que tu criterio, tu moral y tus
valores son contextuales. Tratas de ser fiel a la idiosincrasia familiar,
cultural, política o religiosa de la época y el contexto en el que has nacido.
E incluso cuando crees ser un rebelde al ir en contra de todo ello, quedas
atrapado en otra identidad basada en lo externo, sembrada de antivalores,
contracultura, ateísmo, amoralidad o incluso nihilismo. Sigues creyendo ser el
pensador en tu mente, sigues preso de un
programa mental con el que te confundes y al que defiendes aunque te vaya,
literalmente, la vida en ello.
¡Tú eres ahora!
Siempre estás siendo. ¿Quién es el que se da cuenta de los pensamientos cuando
los observas? ¿Quién los valida incluso cuando no te das cuenta de ellos?
¿Quién es el único que tiene la capacidad de verlos y no validarlos? No hay
nadie más. Siempre eres tú. Todo sucede en ti, por ti, y para ti.
Comenzar a estar
presente en tu vida en lugar de vivirla en piloto automático, manejado por
un programa mental al que no atiendes, es
una decisión que puede ser tomada en cualquier momento. Solo requiere que
observes, que recibas la experiencia, es decir, que sientas este instante sin juicio. No analices, no
interpretes, no te expliques... asume humildemente un profundo «no sé». Quédate aquí sintiendo,
mientras haces lo que haces, dices lo que dices o ves lo que ves. Cuando asumes que no sabes se abre una
posibilidad nueva, presente, fresca. La posibilidad de ver sin filtro, de
experimentar con la inocencia de un niño que no tiene una idea previa de nada. La posibilidad de mirar desde tu centro,
desde tu Ser, desde lo que eres más allá del programa mental y su laberinto de
ideas aprendidas.
El automatismo es muy fuerte por una cuestión de inercia, de costumbre. En tu inconsciencia, cuando no te haces presente, cuando no miras conscientemente, todo regresa al surco de lo conocido, de lo familiar, de lo aprendido en años y años de repetición. Pero cada vez que decides mirar, estar aquí en mitad de tu experiencia, sea la que sea, contribuyes a ir borrando ese surco en tu mente, a que, incluso a nivel biológico, se establezcan nuevas redes neuronales.
El automatismo es muy fuerte por una cuestión de inercia, de costumbre. En tu inconsciencia, cuando no te haces presente, cuando no miras conscientemente, todo regresa al surco de lo conocido, de lo familiar, de lo aprendido en años y años de repetición. Pero cada vez que decides mirar, estar aquí en mitad de tu experiencia, sea la que sea, contribuyes a ir borrando ese surco en tu mente, a que, incluso a nivel biológico, se establezcan nuevas redes neuronales.
Solo necesitas estar
dispuesto a dejar suelta tu percepción, a reconocer que, en verdad, no sabes nada acerca de este momento,
aunque solo sea porque nunca antes lo
habías experimentado. Lo demás no lo haces tú, se hace a través de ti.
Cuando dejas de imponer tu verdad a la vida, la verdad se filtra en tu mente y te hace libre. La verdad es despalabrada, sin conceptos.
La verdad solo puede ser experimentada... sentida. La verdad es quien TÚ eres. Todo lo
demás son solo creencias y juicios aprendidos.
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