Podemos relacionarnos con
la vida desde la creencia de que la vida puede cometer errores, es decir, desde
la suposición de que lo que sucede en este momento, y en cualquier momento, no
es lo que debería de ocurrir. En este caso, nuestro programa mental determinará
cómo debería de suceder este momento y nos empujará a luchar contra la vida
para que se ajuste a nuestro criterio personal.
Pero cabe otra
posibilidad. La posibilidad de que la vida jamás se equivoque y que toda
tensión emocional, todo dolor y todo sufrimiento, sea solo el efecto de nuestra
oposición a la vida, tal como esté sucediendo en este momento, y en cualquier
momento. En este caso, la vida nos invita a rendirnos a ella, a aceptar su
"presente", a soltar nuestra personal idea de cómo deberían de ser
las cosas, basada en el miedo.
No hay más opciones. O la
vida se equivoca, o lo equivocado es mi percepción de la vida. Si es lo
primero, jamás seré feliz, pues la lucha y la resistencia jamás me conducirán a
la paz. Si es lo segundo, la posibilidad de ser feliz sigue vigente, en este
momento, y en cualquier momento. Pues mi percepción de la vida solo son ideas
que sostengo en mi mente por miedo a vivirla. Soltar esas ideas y entregarme a
sentir mi miedo es cruzar el umbral hacia la gratitud.
La gratitud que surge de
reconocer que siempre estoy siendo sostenido, precisamente, por la vida.